Durante mucho tiempo se creyó que para que un niño fuera feliz era necesario darle amor, un marco con reglas estrictas, buena comida y buen sueño. Pero hoy nos damos cuenta de que también es esencial enseñarles a ser optimistas.

En el mundo actual, a menudo nos dejamos ganar por el pesimismo, escuchando a los medios de comunicación, ¡nada va bien y la situación es prácticamente desesperada!

¡PARA! Dejemos de rumiar, es vital para nuestra salud y la de nuestros hijos, ¡aprendamos a ser positivos!

Muchos psiquiatras y psicoanalistas dicen que es importante mantener el gusto por la vida, la esperanza y el deseo de crecer en los niños.

Aquí tienes algunos consejos:

Un niño es curioso por naturaleza, debemos fomentar esta curiosidad y responder a sus preguntas para animarle a proyectarse en el futuro. Así que deja de decir "me molestas con todas tus preguntas..." y empieza a trabajar en las respuestas.

Tienes que ayudar a tu hijo a superar sus fracasos, animarle a volver a empezar para que aprenda la tenacidad y el deseo de triunfar. "¡Nos levantamos y lo hacemos de nuevo! »

Le damos gusto por el esfuerzo y lo premiamos cuando tiene éxito en algo: ¡trabajó duro durante el primer grado y al final del año sabe leer! Pasó varios fines de semana aprendiendo a montar en bicicleta, ¡ahora pedalea solo!

Le damos una buena autoestima, evitando decirle "la culpa es tuya si sale mal", "la has cagado como siempre", a fuerza de escuchar este tipo de respuestas un niño puede perder fácilmente la confianza en él y rendirse.

Les animamos a rodearse de amigos porque las relaciones humanas les ayudan a crecer y les dan una sensación de seguridad. Las personas pesimistas tienden a aislarse, mientras que los optimistas siempre están rodeados de amigos. ¿Pero están rodeados de amigos porque son optimistas o son optimistas porque están rodeados de amigos?

Cuidado con confundir optimismo con ingenuidad, no se trata de enseñar a los niños que todo es para bien en el mejor de los mundos, sino de inculcarles que nada es imposible.